Boletín No. 16 –
Octubre de 2001
¡Paz en la Tierra...!
Desde este pequeño espacio,
Magnificat quiere también alzar su canto al Cielo pidiendo a Dios la Paz. Este
es un tiempo en que se hace necesario multiplicar esfuerzos para trabajar por
la Paz. Por la Misericordia del Padre Bueno y Eterno hemos tenido desde hace
muchos años las enseñanzas de nuestra querida Madre que no ha cesado de
repetirnos los pasos a seguir para
lograr la paz: oración y ayuno, con ello podemos detener las guerras y hasta
las fuerzas de la naturaleza. María lo ha dicho en varias oportunidades y
el sentido de sus amorosas palabras no ha sido más que el de horadar nuestro
corazón de piedra tal como lo hace el agua al caer sobre ella. Es hora de
acrecentar la fe y de convencernos del triunfo de su Corazón Inmaculado a
través de nuestra actitud de abandono activo y comprometido: es hora de hacer,
de movernos, de cumplir de verdad con el mensaje de la Reina de la Paz, de
mirar hacia atrás para terminar de darnos cuenta de la Gracia y la Misericordia
de Dios para con sus hijos a lo largo de toda la historia humana. “No teman”
nos dice la Madre: quizás no podamos asistir a cumbres o congresos
mundiales por la paz, mas nuestra plegaria y nuestro real y profundo cambio de
corazón, aunque parezcan un grano de arena en medio de tanto odio y dolor, por
la intercesión de Nuestra Mamá del Cielo será la “piedrita con la que
venceremos a Goliat”. “Es en Dios que está vuestra paz y vuestra esperanza”.
Estas palabras de la Madre deben resonar permanentemente en nuestro corazón con
más fuerza cada día. Sólo en Dios seremos portadores de paz y esperanza. Y así,
anclados en el Corazón Inmaculado de María, será posible la “Paz en la
Tierra, la Paz en las Alturas” y “que el gozo eterno reine en
nuestro corazón”.
Rezar, rezar tu Rosario...
También hoy nosotros
repetimos este cántico. Unidos a la Madre Iglesia, en este mes del Santo
Rosario, nos confiamos a su poder. Con el corazón, con el alma puesta en cada
cuenta, pediremos especialmente por la paz, por la vida, por la familia, por la
patria, por el aumento de nuestra fe, por el Santo Padre, por los religiosos y
por todas las intenciones propuestas para esta Jornada Mundial del Rosario. No
dejemos de adherirnos a estos propósitos, que sea una nuestra plegaria y
nuestro clamor al Cielo en esta época de tribulaciones: “¡Oh Señor, vuelve,
mira desde el cielo y contempla; visita tu viña y protégela, ya que Tu Mano la
plantó!” (Sal. 80). Es por esto que la Madre nos dijo en junio del ‘86 “...comiencen
a rezar el Rosario con fe viva. De este modo podré ayudarlos. Ustedes, hijos
queridos, desean recibir las gracias pero no oran. No puedo ayudarlos porque
ustedes no quieren moverse. Queridos hijos, los invito a que recen el Rosario
para que el Rosario sea el deber que cumplan con alegría. Así comprenderán por
qué es que estoy tanto tiempo con ustedes. Deseo enseñarles a orar...” “En
realidad, ustedes no tienen porque no piden” (Sant. 4, 2). Y es justamente
en este capítulo en el cual Santiago nos habla de las causas de la guerra: “¿De
dónde vienen esas guerras, de dónde esos conflictos entre ustedes?¿Quién hace
la guerra sino los malos deseos que tienen dentro? Cuando se les niega lo que
codician, ustedes matan. Cuando no consiguen lo que codician, ustedes discuten
y pelean...” (Sant. 4,1). Entonces nos exhorta a ser amigos de Dios pues “No
piensen que la Escritura dice en vano: Dios quiere celosamente a nuestro
espíritu. Y en hacer favores nadie le gana. Y añade la Escritura: Dios resiste
a los orgullosos y concede sus favores a los humildes. Por eso, sométanse a
Dios; resistan al diablo y huirá de ustedes; acérquense a Dios y Dios se
acercará a ustedes. Purifiquen sus manos si han cometido el mal, y santifiquen
sus corazones si están dudando...” (4, 5-8). En esta rica Palabra el
apóstol nos invita aún a perdonar y no juzgar porque “uno solo hizo la Ley y
a la vez puede juzgar: el que es capaz de salvar o condenar” (4, 11-12), y
además a cuidar nuestros proyectos ya que ”Ustedes no saben
lo que pasará mañana. Y su vida, ¿qué es? Un humo que aparece por
un instante y luego se disipa. Digan más bien: “Si Dios quiere, estaremos
vivos y haremos esto o lo otro...” (4, 13-15). Para finalizar, Santiago se
ocupa de resumir lo dicho: “En resumen, el que sabe donde está el bien y no
lo hace, está en pecado.” (4,17). Tener la capacidad de ver nuestras
miserias es algo que también viene de Dios y debemos orar para poder
reconocerlas. Debemos, en oración, pedir el don de la misericordia de corazón
para poder transformarnos y transmitir a otros este regalo del cielo. Orar para
aumentar la fe “Señor, aumenta nuestra fe” (Lc. 17,5) y disipar así
nuestra incredulidad “Creo, Señor, pero ayuda mi incredulidad” (Mc.
9,23). Sólo habiendo aprendido a orar como nos pide la Reina de la Paz,
tendremos la posibilidad de colmar este mundo de amor y paz. Y en este estado
de unión con el Señor podremos lograr lo que nos predica San Agustín: “Atrévete
a afirmar que te ves puro y transparente, que examinas cuanto de oculto hay en
tu conciencia en hechos, dichos o pensamientos perversos. Si ya no te fatiga la
preocupación de evitar el mal mira si no se desliza ninguna negligencia en
practicar la equidad. Si ese es tu estado real, goza por vivir sin temor. Lo
habrá excluido el amor de Dios, a quien amas con todo tu corazón y con toda tu
alma y con toda tu mente. Lo habrá excluido también el amor al prójimo, a quien
amas como a ti mismo y por eso te esfuerzas para que también él ame a Dios con
todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, puesto que no tienes
otra manera de amarte rectamente a ti mismo, sino es amando a Dios de tal forma
que no lo ames menos por el hecho de volverte hacia ti mismo”
(del Sermón 348,1-2). Nuestra Señora del Santísimo Rosario, enséñanos a
orar para gozar de la paz y del amor que
sólo provienen del Altísimo. Amén.
Obras de Caridad
Y roguémosle en este mes a Santa
Teresita del Niño Jesús, a San Francisco de Asís, a Santa Faustina, a Santa
Teresa de Ávila, como así también a San Agustín, que nos ayuden a hacer carne
las palabras del apóstol Santiago, las cuales en este Boletín nos han iluminado
para abrir el corazón y ponernos en movimiento ante la urgencia espiritual de
estos tiempos. Mas sabemos de las premuras materiales y debemos ocuparnos de
ellas animosamente, así como nos lo expresa Santiago: “Hermanos, ¿qué
provecho saca uno cuando dice que tiene fe, pero no la demuestra con su manera
de actuar?¿Será esta fe la que los salvará? Si a un hermano o a una hermana les
falta la ropa y el pan de cada día, y uno de ustedes les dice: “Que les vaya
bien; que no sientan frío ni hambre”, sin darles lo que necesitan, ¿de qué les
sirve? Así pasa con la fe si no se demuestra por la manera de actuar: está
completamente muerta” (Sant. 2, 14-16). Y afirma en el versículo 24 “Ya
lo ven: son las obras las que hacen justo al hombre y no sólo la fe”.
Propongámonos cada semana un gesto generoso para con nuestros hermanos
necesitados. Seamos pequeños misioneros del Amor de Dios dando una ayuda a los
hambrientos e indigentes en aquellos lugares donde falta el pan, la ropa y todo
lo que es necesario para la subsistencia digna. Les agradecemos
como siempre a aquellos que acercan sus donaciones en alimentos todos los 1os.
domingos para contribuir a la obra de nuestros hermanos de San Carlos.
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Los
esperamos en los Encuentros de Adoración Eucarística:
- San Carlos, Basílica
de María Auxiliadora - Hipólito Yrigoyen y Quintino Bocayuva. Primeros domingos
de mes, 17 hs. Rosario y Adoración.
- San Bernardo - Gurruchaga 167 - Terceros sábados de
mes, 17.30 hs. Adoración Eucarística, Rosario y Santa Misa
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