Boletín No. 15 –
Septiembre de 2001
¡Misericordias Domini...!
Aún resuenan en nuestros
oídos los ecos de la esplendorosa Fiesta de Cumpleaños de Nuestra Santísima
Madre. ¡Bendita seas María por habernos manifestado tanto amor aquél hermoso
día! Y como la Gloria del Cielo insiste en estar siempre cerca nuestro, hemos
continuado los festejos el Día de la Asunción. Es innegable el caudal de
gracias que Ella, la Dulce, la Vestida por el Alba, ha derramado sobre sus pequeños
hijos en estos días, y seamos receptivos aún a la próxima fiesta de su
Natividad, en la que seguramente nos volverá a desbordar con sus regalos
celestiales. No desaprovechemos este tiempo de gracia y procuremos por todos
los medios de ser permeables a estas bendiciones. Atentos al transcurso de esta
época de adversidad, tratemos de contagiar esta inmensa alegría que sólo
experimentamos los que verdaderamente hemos abierto el corazón a las
enseñanzas de la Mamá del Cielo, que no
se cansa de llamarnos a la oración personal, a la vida sacramental, al esfuerzo
del ayuno y al apetito por la Palabra del Señor. Son los pasos hacia la
santidad que reclama el “Lucero del Atardecer” desde sus primeros mensajes;
desde antes de nacer “estamos llamados a ser santos e inmaculados”. ¡Entreguémonos, pues, a esta vocación para poder
descubrir la Luz Que Es desde toda la Eternidad por sobre todas las cosas para
nuestro verdadero gozo y así aclamar todos juntos con María: las
Misericordias del Señor eternamente cantaré!
Rezar, rezar tu Rosario...
Rezar
el Santo Rosario con el Corazón, es el pedido incesante de la Madre y al que
debemos responder sin demora para poder ser partícipes de la paz en este tiempo
de incertidumbres. Partícipes y portadores de la paz seremos únicamente con el
Rosario en la mano. Es la oración del Rosario la que nos deja cada vez más
pequeños, más conscientes de nuestras miserias y así, en ese encuentro con el
Salvador logrado a través de nuestra entrega en la plegaria, quedamos más
convencidos de la inmensa Misericordia del Señor. Como dijera Santa Teresa de
Ávila, “Jamás nos acabamos de
conocer si no procuramos conocer a Dios; mirando su Grandeza, acudamos a
nuestra bajeza; y mirando Su Limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando
Su Humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes.” (Las
Moradas) Entonces, uno de los caminos para conocer al Señor y llegar a ser
más humildes, es el de la oración. Y
como todo don, el don de la oración hay que pedírselo al Altísimo, con la
intercesión de la Omnipotencia Suplicante, la Madre de la Oración. En este mes
de septiembre tenemos una magnífica oportunidad de incrementar la práctica de
esta oración predilecta de María y recibir sus beneficios: desde una moción de
nuestros hermanos de “María, Esperanza del Mundo” que coincide con una
propuesta surgida en San Nicolás, se nos pide el rezo del Santo Rosario continuado por la Patria durante todo el mes,
en vista de ser el Mes de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás y en
atención a las necesidades y tribulaciones que se suscitan por estas horas en
nuestra querida Nación. Confiemos en el poder de la oración y organicemos en
nuestros barrios y entre todas las personas y grupos de oración una cadena hora
por hora del rezo del Rosario, para que ni un solo minuto quede sin haber
elevado nuestra súplica al Señor por nuestra Argentina. ¡Oh, María del Rosario
de San Nicolás, te rogamos que ilumines de Fe nuevamente nuestros Rosarios y
enciendas de Amor a esta tu querida tierra en la que quisiste morar y bendecir
con tu presencia! Amén.
Buscar la verdad...
Para
reforzar nuestras virtudes, nada mejor que invocar la intercesión de los
Santos. Antes hablamos de Santa Teresa y de la humildad. Ella nos dice que “humildad
es vivir en la verdad”. Esto nos lleva a pensar que humildad es también
saber quiénes somos, sin creernos ni más ni menos que eso, lo que realmente
somos, sin fundarnos en lo que tenemos y menos sobrevalorando o subestimando
nuestros actos. Contamos en el Cielo con un padre de los pobres y un verdadero
maestro de espiritualidad como San Agustín, que supo explicarnos además cómo
buscar la verdad: “Procura que tu búsqueda sea tal que puedas estar
seguro de encontrar la verdad y que tu encuentro con la verdad sea tal que
puedas seguir buscándola.” En sus Confesiones nos ha manifestado
que la verdad la encontramos rumbo hacia Dios e intentando conocerlo en
profundidad, tal como lo propone Santa Teresa. Por lo tanto, para afrontar nuestras carencias materiales y
espirituales con alegría y esperanza, nada mejor que asimilar sus
enseñanzas: “Conocedor mío, que yo
te conozca como Tú me conoces. Dinamismo de mi alma, entra en ella, amóldala a
Ti para mantenerla y poseerla sin mancha ni arruga (Ef. 5, 27). Esta es mi esperanza, por eso hablo. En
esta esperanza fundo mi alegría cuando mi alegría es sana. El resto de los
bienes de esta vida son tanto menos merecedores de nuestras lágrimas cuanto más
se les llora, y tanto más digno de que se les llore cuanto menos les lloramos.
He aquí que Tú amaste la verdad (Sal., 51, 8). Y puesto que el que camina
en la verdad busca la luz (Jn., 3, 21), yo quiero obrarla en mi corazón:
delante de Ti en mi confesión y mediante este escrito mío en presencia de
numerosos testigos (Tim., 6, 12).” ¡Alabado sea el Señor por habernos
permitido gozar de testigos Suyos como Santa Teresa y San Agustín, a quienes
acudir e imitar para crecer en interioridad, oración y gracia! Amén.
Obras de Caridad
No olvidemos
mirar hacia nuestro alrededor, a los que no tienen pan, vestido ni techo. Este
momento tan particular requiere de pequeños-grandes gestos que sumados pueden
reportar mucho alivio a nuestros hermanos más necesitados. Ser una caricia de
Dios para aquellos que más sufren indigencia y hambre debe ser prioridad.
Aunque estos gestos no solucionen lo problemas que generan la pobreza, no es
motivo para justificar la omisión de la solidaridad. Alcancémosle a nuestros
hermanos esta posibilidad de sentirse amados por el Padre Bueno participando de
cruzadas solidarias en nuestras parroquias, Cáritas, Noches de la Caridad o
todo aquél movimiento de ayuda a los carenciados. El Buen Dios, que ve en el
secreto, sabrá de nuestra intención de corazón más allá de lo pequeña que sea
nuestra colaboración. Agradecemos como siempre a aquellos que acercan sus
donaciones en alimentos todos los 1os. domingos para contribuir a la obra de
nuestros hermanos de San Carlos. Oración: “Haznos dignos, Señor, de
ayudar a nuestros hermanos del mundo que viven y mueren en hambre y miseria,
dales hoy por nuestras manos el pan de cada día y, por nuestro comprensivo
amor, concédeles la paz y la alegría.” (Pablo VI)
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Los
esperamos en los Encuentros de Adoración Eucarística:
- San Carlos, Basílica
de María Auxiliadora - Hipólito Yrigoyen y Quintino Bocayuva. Primeros domingos
de mes, 17 hs. Rosario y Adoración.
- San Bernardo - Gurruchaga 167 - Terceros sábados de
mes, 17.30 hs. Adoración Eucarística, Rosario y Santa Misa
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